La paradoja de Baltasar Garzón y la "justicia" española


El juez juzgado. Esa es la paradoja que enfrenta Baltasar Garzón en España. Conocido en todo el mundo por ordenar el arresto del ex dictador chileno Augusto Pinochet, a quien logró retener durante 18 meses en Londres, el juez para quien no parece haber caso demasiado antiguo, controvertido o difícil para enfrentar, hoy puede ser obligado a dejar su lugar en la Audiencia Nacional española y ser juzgado por prevaricación, es decir, por dictar a sabiendas una resolución injusta.

Baltasar Garzón es un andaluz, nacido en Jaén, al sur de España, hace 54 años, hijo de una familia de campesinos clasemedieros y cuyo padre terminó como despachador de gasolina para mantener la carrera universitaria de su hijo.

Garzón era un joven provinciano metido a seminarista que a sus 17 años decidió estudiar derecho, para lo que se trasladó a vivir a Sevilla, donde terminó su licenciatura justo en 1978, cuando España comenzaba su transición a la democracia.

Juez desde los 24 años, a poco de salir de la universidad, tenía apenas 32 años cuando se incorporó como uno de los seis integrantes de la Audiencia Nacional, el único tribunal en España que juzga casos nacionales y que sólo es superado en jerarquía por la Suprema Corte. Desde ahí comenzó la carrera contra el genocidio y la tortura, contra los crímenes de lesa humanidad que lo llevaron a ser famoso internacionalmente.

De pelo entrecano, con grandes porciones de gris en su cabello, con sus inseparables lentes de arillo y a menudo retratado con elegantes trajes o abrigos, Garzón comenzó a trabajar en casos locales y enfiló contra la organización terrorista ETA, con una estrategia judicial que acorraló a sus dirigentes.

Más tarde, en 1993, incursionó en la política como diputado del PSOE primero y como responsable de la política antidrogas del gobierno de Felipe González, después, pero tras 18 meses renunció y volvió a su carrera judicial.

El año que significó su fama mundial fue 1988, cuando ordenó arrestar al ex dictador chileno Augusto Pinochet y de ahí se siguió eligiendo muy bien sus batallas, pues en los noventas se encargó de procesar hasta a Osama Bin Laden por un lado y a Adolfo Scilingo, el ex oficial de la Armada reponsable de crímenes durante la dictadura argentina.

Recientemente le tocó abrir el caso Gürtel que evidenció un amplio tramado de corrupción en el Partido Popular y también la emprendió contra los narcos gallegos.

Con ese pasado a cuestas y diez años después de su épica batalla contra Pinochet, Garzón emprendió caminó contra los crímenes de la dictadura de Francisco Franco y desató los infiernos en España.

En octubre de 2008 ordenó reabrir 19 fosas comunes de la era de Franco, incluso una en la que se creía podría estar García Lorca, en respuesta a la petición de 13 asociaciones civiles y amparado en la investigación de crímenes contra la humanidad.

Y es que a Baltasar Garzón no le intimida nada, por eso en 2005 publicó un libro llamado Un mundo sin miedo, en donde narra su origen campesino y sus años de infancia creciendo entre las historias de la Guerra Civil que le narraba su tío Gabriel, un hombre católico, apostólico y romano que le tocó pelear en el bando republicano, teóricamente contrario a sus propias ideas y religión.

Es el mismo juez, acusado por sus críticos de narcisista y egomaniaco, que en 2003 le escribió al subcomandante Marcos lo que entendía por rebeldía:

Mire, la rebeldía que yo entiendo es la que se hace día a día luchando desde el Estado de Derecho, en la Democracia y por la democracia... Así que no hable de ‘rebeldía’ de los que matan, secuestran o lesionan a los inocentes en forma selectiva o sistemática; o de los que masacran a sectores completos de la población
Ahora, ese mismo Baltasar Garzón del abrigo marrón está a punto de llegar al banquillo de los acusados ante la Suprema Corte por  una ironía de la historia que ha puesto a España en el centro de la atención mundial, al negarse a revisar su pasado amparada en las leyes de amnistía y perdón y olvido.

El caso apenas inició, así que hay que estar pendiente del resultado porque cualquiera que sea, habrá de impactarnos.
Lunes 3 de mayo 2010 / por Héctor Zamarrón





ACTUALIZACIÓN 21-02-2011

Escuchar las noticias de España entristece por estos días. Los titulares son unánimes “Expulsan a Garzón del Poder Judicial”. Así paga la justicia española a uno de sus hijos más osados, con el destierro y el oprobio público de uno de los integrantes de la Audiencia Nacional.
Los miembros del Tribunal Supremo, algo así como nuestro Consejo de la Judicatura, inhabilitaron por once años al juez Garzón para que ocupe cualquier puesto dentro del Poder Judicial, acusado de prevaricación por haber encargado grabaciones secretas en el caso Gurtel, uno de los escandalos de corrupción más grandes en España.

Por lo pronto, Garzón tiene invitaciones para encontrar un refugio digno en la OEA, por ejemplo, donde el secretario general, el chileno José Miguel Inzulsa, le extendió una invitación para sumarse al equipo de la organización y, seguramente, cualquier gran universidad se enorgullecería de tenerlo en su plantilla académica.

Él aún no ha escrito nada al respecto y lo único que expresó se lo dijo al periódico dominicano Listín Diario.

"El pasado y el presente míos han sido dedicados a la justicia y así va a seguir siendo mientras pueda, mientras me queden fuerzas voy a luchar por todo aquello que considero que es una necesidad para la sociedad moderna, como es más justicia, como es más protección, más seguridad, más defensa de las víctimas, más compromiso frente al crimen organizado y la corrupción, lucha por los derechos humanos.

"Esa ha sido mi vida dentro de la justicia y esa va a seguir siendo mi acción dentro de la justicia desde otro punto de vista no estrictamente jurisdiccional, pero desde luego con igual energía y con la insistencia que yo crea que es necesaria para dar una protección mayor a los ciudadanos y ciudadanas, eso es lo que voy a seguir haciendo porque de alguna forma es lo que sé hacer y en definitiva pues también desarrollar labores humanitarias".




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