Un amor por las aves: El nido de Jesús Estudillo López
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Se trata de la obra de una vida, del trabajo del doctor Jesús Estudillo López, el biólogo que consiguió reproducir y mantener en cautiverio al quetzal, un ave de belleza impresionante y que se encuentra en peligro de extinción.
A lo largo de siete hectáreas, quien visite este aviario, el más grande en América Latina y el tercero en el mundo pero único en especies como el quetzal, el águila real y el pavón, puede apreciar los frutos de una labor que a lo largo de medio siglo desarrolló el doctor José Luis Estudillo.
El Nido, lo que durante más de treinta años fue sólo una unidad de investigación denominada Vida Silvestre, alberga a más de 300 especies de aves, la mayoría de ellas en peligro de extinción, y que permite una cercanía extraordinaria con las aves, incluso entrar a sus jaulas.
Nacido en México en 1933, el doctor Jesús Estudillo estudió para médico veterinario en la UNAM, y una maestría en patología aviar en la Universidad de Ohio, gracias a una beca de la Fundación Rockefeller.
Desde niño se apasionó por las aves en los viajes con su padre a la región de Los Chimalapas, entre Chiapas y Veracruz y en cuanto regresó de Ohio fundó su santuario de aves, llamado primero Siberia, por la lejanía -se encuentra a 30 km del DF- y ahora se llama el nido y es una verdadera Arca de Noé de las aves.
En los sesenta el doctor Estudillo buscó y eligió el terreno idóneo para sus proyectos de investigación y reproducción de aves.
La mitad de su vida la pasó en selvas tropicales, observando aves, en bosques, en busca de especies desconocidas y la vida lo premió en un viaje a Bolivia, en 1975, cuando descubrió en una serranía cercana al río Ixiama, una rara especie de Crácidos, o pavas, que lleva su nombre: el Crax estudilloi.
En las selvas de Guatemala, en la antigua zona maya, Estudillo observó a los quetzales, los pocos que aún quedan en libertad, y analizó cuidadadosamente su ecosistema. Lo obsesionaba encontrar la razón de una vieja leyenda que atribuía a esa ave, de cuyas plumas está armado el penacho de Moctezuma, una tristeza incompresible por el cautiverio, tanto, que lo lleva a morir.
En realidad, el doctor Estudillo descubrió que se trataba de un envenamiento por exceso de hierro en el cuerpo. Incapaz de procesarlo en cautiverio, para esa ave su ecosistema lo es todo. Bebe agua de las bromelias y los helechos de la selva que le ayudan a eliminar ese veneno de su cuerpo.
En su santuario de Ixtapaluca, Estudillo logró reproducir el hábitat del quetzal y, para asombro del mundo, que esta ave viviera y se reprodujera.
Ese triunfo, además de la reproducción en cautiverio de numerosas especies en extinción, así como el desarrollo de vacunas contra las principales enfermedades infecciosas de las aves, le ganaron a Estudillo un reconocimiento internacional.
Fundador de instituciones clave para la protección del medio ambiente en México como Pronatura y Naturalia, Estudillo comenzó a recibir premios por su labor. El Fondo Mundial para la Vida Silvestre le otorgó un reconocimiento y las Naciones Unidas lo distinguieron con
el premio Global 500, otorgado en 1993 en Beijing, China.
Convencido de la necesidad de trascender su labor, desde sus oficinas-estudio en medio del hábitat artificial del quetzal que construyó en Ixtapaluca, Estudillo decidió abrir su obra para generar conciencia en las nuevas generaciones.
Dividida en cuatro microecosistemas: selva, bosque, desierto y pastizal además de una infraestructura y albergues donde interactúan más de 350 especies de aves silvestre, ese santuario está abierto al público desde principios de esta década.
Al doctor Estudillo ya no es posible saludarlo, pues este año falleció, pero en su memoria, bien vale darse el premio, porque eso es, de conocer este santuario de aves. Se los recomiendo. Vaya en su memoria.
Aquí, una buena descripción de El Nido: Aviario sui generis.
Radiografías para el lunes 13 de diciembrepor Héctor Zamarrón
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