Dilma Rousseff: de las armas al poder

Imagen de WikiCommons
Está en sus últimos cincuentas y en la plenitud del poder. Es una mujer con fama de dura y bien que se la merece, con un pasado de guerrillera, de años de cárcel, torturas y una lenta reintegración a la vida civil, tiene también en su haber éxitos recientes en economía y política que sorprenden.

Se trata de Dilma Rousseff, una mujer que acompaña al presidente de Brasil desde 2003, año en que inició la asombrosa recuperación económica que ha llevado a ese país a crecer a tasas de 7 por ciento del PIB, algo con lo que soñamos los mexicanos lograr algún día.

También es parte del grupo que optó por abrir Petrobras a la inversión privada y, con ello, detonó el crecimiento de esa industria en Brasil.

Es la secretaría de Energía del primer periodo de Lula y, desde 2005 la jefa del gabinete.

Claro que Dilma Roussef, Dilma, no Vilma, también tiene otras facetas sorprendentes. Ahora, a sus 57 años de edad, luce diez años más joven desde esa mañana de febrero del 2008 cuando apareció con una sonrisa renovada, con un moderno corte de pelo y un elegante tinte castaño, sin los lentes que le daban esa apariencia de profesora estricta y con algo de cirugía plástica en el rostro.

Fue una transformación bien planeada, justo a tiempo para convertirse en la candidata preferida de Luiz Inacio Lula da Silva para la elección de presidente a la que acudirán los brasileños el próximo domingo.

Dilma Rousseff es pues la candidata presidencial del Partido de los Trabajadores y si las encuestas previas no fallan, el próximo domingo será electa como la nueva presidenta de Brasil.

Lejos quedó la joven ex guerrillera que a sus 21 años pasó a la clandestinidad para luchar contra la dictadura militar que gobernó Brasil entre 1964 y 1984

Nacida en Minas Gerais de un emigrante búlgaro y comunista, ella estudió Economía y un buen día optó por tomar las armas e integrarse a la guerrilla. Participó en tres asaltos bancarios, fundó la organización Vanguardia Revolucionaria y se separó de su primer marido, Cláudio Linares, que en enero de 1970 secuestró un avión hacia Cuba y se refugió ahí.

En ese mismo mes, ella fue capturada y pasó tres años en prisión, incluyendo 22 días de brutal tortura incluyendo electrochoques, periodo que le dejó huellas permanentes y la llevó a mudarse a Rio Grande do Sul, un pequeño estado al sur de Brasil, desde donde reinició la lenta tarea de reintegrarse a la lucha política y a una carrera en el gobierno que la puso en contacto con Lula muchos años más tarde.

También es la sorprendente política que el año pasado, antes de ser nominada candidata a la presidencia pero ya con fuertes perspectivas de serlo, anunció que padecía de cáncer linfático y que tenía que someterse a quimioterapias, sin dejar de trabajar.

El carnaval pasado, apareció con su nuevo look, por primera ocasión sola, sin Lula, en las tribunas, en compañía de la actriz Madona y después de presenciar a las escuelas de samba, bajó a bailar entre el público, en plena construcción de una nueva imagen.

Es, sin duda, una mujer que se ha reinventado y cuyo desempeño en la elección del próximo domingo no habrá que perderse, se los recomiendo.

Me despido y hasta la próxima.

RADIOGRAFÍAS para el lunes 27 de septiembre

por Héctor Zamarrón


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