Liliana Castillo Reséndiz


Liliana Castillo Resendiz fue una artista: fotógrafa, ilustradora y actriz de teatro. El pasado 22 de mayo murió víctima de atropellamiento. Iba en su amada bicicleta y su larga cabellera terminó enredada en las ruedas que la llevaban de un lado a otro, ante la imprudencia de un conductor. Su novio, Óscar Pereyra, preparó un testimonio que comparto con el auditorio esta mañana.

A veces pensamos que los accidentes están lejos de la probabilidad, que no se nos acercan; pensamos estar seguros de por vida. Lamentablemente, y de repente, la verdad nos sacude y nos tira al suelo.

El cuerpo de Liliana cayó, mas su espíritu por ahí anda de seguro, libre. La vida para ella era un juego: ir por huevos, por ejemplo, diversión; caminar a altas horas de la noche riéndonos a carcajadas y besándonos, la sangre hirviendo, el fuego por todas partes.

Eramos vagos los dos, sin miedo al futuro; el amor nos prepara para la tragedia, en esa locura de fuego, dos se hacen uno, logrando cosas inimaginables, nada se posterga. Y lo logramos, superando las patrañas que dicta la vida moderna.

Con Liliana vivías todas las épocas de la historia humana. Podías ver pasar a Napoleón con su traje de enano, a Cuauhtémoc con las patas humeando. Nunca hubo un tiempo específico y en esa revancha a la aburrición nos hicimos sublimes.

Podías, junto a ella, dejar el miedo en tu casa, ponerte los ojos de la sorpresa y descubrir la belleza en todas las cosas, inclusive hasta en las cosas más feas. Verla trabajar era hermoso, sentada con su cuerpo frágil en una silla roja que parecía de restaurante chino, escuchando la música a todo volumen, Patti Smith, Luca Prodan, Leonard Cohen, Tom Waits, Cinema P entre otros.

Embrujada la chica, con sus dedos de rama, dibujando la belleza de sus días en finos, cautelosos y detallados trazos. Embrujada la casa, cada segundo del minuto, embrujada la vida. Con ella, el tiempo hacía las maletas y se iba de tu vida. Pero ella se fue de mi vida y ya no tendré esa carne y esa sonrisa mañana.

En ese lamento tan grande sólo puedo, como cantaba Julio Jaramillo, en "Nuestro Juramento", -Si tu mueres primero, yo te prometo. Escribiré la historia de nuestro amor. Con toda el alma llena de sentimiento. La escribiré con sangre, con tinta sangre del corazón.-

Y en este mundo sin freno, comenzamos la Fundación Liliana Castillo Resendiz, mediante la cual pretendemos dar vida a Liliana, esperando que toda esa valentía que ella tenía contagie al mundo, tanta falta hace eso.

Puedo imaginar los nervios de Liliana ante la siguiente frase y me emociona todo lo que desde ahora encontraremos con la Fundación: tercera llamada, comenzamos!

Hasta ahí el texto de Óscar y para concluir sólo agrego que un grupo de amigos y ciclistas urbanos, entre ellos los bicitekas, organizaron una rodada homenaje en su memoria este miércoles por la noche en la ciudad de México. Los detalles en la página bicitekas.org

Hasta la próxima.

RADIOgrafías para el lunes 8 de junio
Por Héctor Zamarrón

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